16 junio 2012

La Janda II: pajareando.


Siguiendo el hilo de la entrada anterior, vuelvo a hablaros de La Janda, esta vez desde mi experiencia personal. Pero antes de nada quiero empezar con una fotografía que me ha pasado María León, en la que podréis comprobar aquello que comentábamos acerca de que aún hoy, en años de lluvias excepcionales, La Janda recupera algo de su antiguo esplendor inundando campos y carriles habitualmente secos.

La Janda inundada, en Febrero de 2010. Foto: María León.


De la primera vez que estuve en La Janda guardo un recuerdo muy difuso. Debió de ser hace 6 u 8 años. Yo aún vivía en Madrid y baje con mi amiga Tere en un fin de semana express a ver (intentar ver) las orcas en el Estrecho. Un colega suyo hizo de guía para nosotros mientras no estábamos en el barco y nos llevó a La Janda en una visita fugaz. Recuerdo que vi mi primera cigüeñuela. De aquella cada ave que veía era nueva para mi...

Ha llovido bastante desde entonces (y si no volver a mirar la foto de arriba). Ahora vivo en Tarifa, trabajo observando aves, y disfruto de mi tiempo libre de igual manera (entre otras actividades; no todo es ver pajaritos en esta vida), de modo que La Janda va camino de convertirse en una especie de santuario para mi, y es que, como dije en la entrada anterior, a pesar de lo transformado del paisaje y de su apariencia, este espacio puede depararnos muy gratas sorpresas. 
 
Tras aquella visita fugaz, fue a finales del otoño pasado cuando regresé a La Janda de manos de Alex y Fani. Llegamos un rato antes del atardecer. Recorrimos el canal principal en busca del avetoro y aunque no hubo suerte, ni mucho menos nos fuimos con las manos vacías. Nada menos que un aguilucho papialbo (lo buscábamos también), un águila imperial y el esbozo de un búho real ya entrada la noche. Aquel día entendí que este era un sitio especial.

Allium sp. con los molinos de Tahivilla de fondo.


Desde entonces he vuelto varias veces. Alguna me he vuelto con las manos vacías, pero raro fue el día en que no vi o fotografié algo interesante, como por ejemplo la primera vez que puede hacerle unas fotos a la lechuza campestre.

Hace unos diez días regresé, esta vez con unos objetivos bien marcados para ir aumentando mi lista anual de observaciones, y la verdad que fue la mejor de todas las jornadas que hasta ahora he podido disfrutar allí.
Al poco de llegar las canasteras me regalaron uno de esos momentos fotográficos que hacía tiempo que no vivía, más teniendo en cuenta que se trata de una especie que no tengo muy vista. Después de eso, nada. Dos horas de carrilear por entre los canales en busca de algun martinete, garza imperial o garcilla cangrejera (tres de los objetivos marcados), y no vi nada. Comprendía que la imperial y la cangrejera se me escaparan después de sólo un día, pero el martinete...

Canastera. A ras de suelo y metido en el barro... pero mereció la pena.


Bebiendo.


Desde el coche. La perspectiva no es la ideal, pero los bichos se asustan mucho menos.


La hora del baño.
Cuando llegué a la zona de arrozales, con el sol a punto de empezar a tocar el horizonte, entonces empezó todo. Moritos, cigüeñuelas, chorlitejos, calamones, pollas de agua, y por fin, tres martinetes. Después vino la imperial, y luego otra!! Y más martinetes, y al final del todo, cuando el sol ya se había puesto y me dirigía a uno de los puentes sobre el canal para intentar pillar al martín pescador con la última luz, apareció una cangrejera. Fue un avistamiento fugaz, pero perfecto. En poco menos de una hora había conseguido tres especies nuevas, alguna foto decente, y un momento precioso para el recuerdo, con el sol cayendo sobre el arrozal recién verdeado, y la brisa perfecta para evitar que los mosquitos arruinasen todo el momento.

Moritos en el arrozal. Parece ser que este año estan criando en La Janda, lo que supondría, si no me equivoco, el tercer punto de cría de esta especie en España tras Doñana y el Delta del Ebro.

Arroz en primer término. Trigo al fondo. Los colores se deben al uso del polarizador en la cámara, y a la subida de contrastes en PS.

Así que con todo el subidón, dejamos (la perra y yo) que el sol se fuera del todo para ir en busca de los chotacabras, y tal vez algún búho sorprendido en un carril en el momento del aperitivo. Una luna enorme y de un naranja espectacular salió por detrás de la sierra llenando la noche luz, y los chotacabras no tardaron en aparecer. Sólo estuve una hora y media de noche cerrada y pude contar 11 individuos y una lechuza común. 

Sin trípode, sin preparación... Fotografiar la luna llena y pretender que salga el resto del paisaje no es fácil. A pesar de todo, si vuestro monitor está medio bien calibrado, podréis ver la silueta de la sierra, los eólicos de Tahivilla abajo a la derecha, y los campos de cultivo de La Janda. El momento de verla salir tras los montes fue mágico.


FUE UN GRAN DÍA, pero no será el último. Seguiremos visitando La Janda siempre que podamos. Volveremos a intentar ver los escribanos palustres o el avetoro en la invernada. Volveremos a recorrer sus pistas de día y de noche. Seguro seguiremos fotografiándola. Pero sobre todo seguiremos reivindicándola como espacio natural merecedor de ser protegido bajo alguna figura legal.


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